A veces no nos damos cuenta de los milagros que suceden a nuestro alrededor.
La naturaleza cambia aunque el clima no lo haga y, aún con 30°, los árboles ostentan sus colores: rojos, dorados y ocres.
La luz del sol, brumosa en pleno día; las hojas caídas, formando un mullido colchón; las ramas de los árboles, semi-desiertas; y una hamaca vacía. Aunque la temperatura intente despistarnos, las señales están ahí, para quien quiera verlas.
viernes, 29 de mayo de 2009
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