"Supongamos al hombre como hombre, y su relación con el mundo en su aspecto humano, y podremos intercambiar amor solo por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere disfrutar del arte, se debe poseer una formación artística; si se desea tener influencia sobre otra gente, se debe ser capaz de ejercer una influencia estimulante y alentadora sobre la gente.
Cada una de nuestras relaciones con el hombre y con la naturaleza debe ser una expresión definida de nuestra vida real, individual, correspondiente al objeto de nuestra voluntad. Si amamos sin producir amor, si por medio de una expresión de vida como personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia."
Karl Marx, "Nationalökonomie and Philosophie", 1844.
martes, 29 de junio de 2010
lunes, 14 de junio de 2010
A la carta
La muerte nos deparó una sorpresa. Otra de las paradojas del destino. La mamá de Pipo Pescador había fallecido: "la función se suspendió", nos informó el boletero.
Salimos a navegar por la ciudad, a la deriva. Teníamos una hora y media antes de reincidir en el teatro, a ver un sustituto muy merecedor de nuestra más genuina alegría: Caracachumba a la carta.
La compañía, inmejorable: la criatura más soñadora, intrépida, valerosa y devoradora de chupetines y pochoclos me tomó fuerte la mano.
Por la calle Corrientes saltamos baldosas, corrimos palomas y nos quedamos atónitas ante los carteles luminosos. "Escuchame", me dijo, "¿tomamos el colectivo?".
La promesa del pochoclo fue nuestro anzuelo hacia el otro mundo. Y allí nos ubicamos, junto a un público ansioso, pero atento y cortés, que aplaudió cada acorde, cada chiste de un espectáculo delicioso.
Ella se sentó bien atrás en la butaca y se tapó la cara con el programa, pero ante el tsunami de risas, colores, música y alegría no tuvo más remedio que asomarse. Allí estaba, disfrutando de cada instante, tomando la oportunidad de ser. Y a su lado, yo, que volvía a tener 5 años y aplaudía y lloraba como hacía tiempo que no lo hacía. El señor de al lado nos miraba pasmado, tal vez nunca había visto dos seres tan felices.
Nos fuimos y prometimos volver. Nos fuimos, pero cantando y no justamente bajito:
Salimos a navegar por la ciudad, a la deriva. Teníamos una hora y media antes de reincidir en el teatro, a ver un sustituto muy merecedor de nuestra más genuina alegría: Caracachumba a la carta.
La compañía, inmejorable: la criatura más soñadora, intrépida, valerosa y devoradora de chupetines y pochoclos me tomó fuerte la mano.
Por la calle Corrientes saltamos baldosas, corrimos palomas y nos quedamos atónitas ante los carteles luminosos. "Escuchame", me dijo, "¿tomamos el colectivo?".
No pudimos montar ese titán de hierro, rugiente y humoso. Teníamos una cita cuatro y media. Llegando me dió la peor noticia de todas: "Escuchame", me volvió a decir y temblé, "No vamos a ver al sapo Pepe, no vamos a ver Caracachumba." La ciudad era demasiado fascinante para encerrarnos entre paredes.
La promesa del pochoclo fue nuestro anzuelo hacia el otro mundo. Y allí nos ubicamos, junto a un público ansioso, pero atento y cortés, que aplaudió cada acorde, cada chiste de un espectáculo delicioso.
Ella se sentó bien atrás en la butaca y se tapó la cara con el programa, pero ante el tsunami de risas, colores, música y alegría no tuvo más remedio que asomarse. Allí estaba, disfrutando de cada instante, tomando la oportunidad de ser. Y a su lado, yo, que volvía a tener 5 años y aplaudía y lloraba como hacía tiempo que no lo hacía. El señor de al lado nos miraba pasmado, tal vez nunca había visto dos seres tan felices.
Nos fuimos y prometimos volver. Nos fuimos, pero cantando y no justamente bajito:
"Abriendo los ojos te encuentro,
Te encuentro y abro el corazón.
Abriendo la boca, te canto y cantando
Abrimos el telón.
Abriendo las manos te toco,
Te toco y toco esta canción.
Canciones, razones que abren corazones,
Abrimos el telón.
Se abren canales, persianas, cadenas, escuelas, un frasco, se abre el acordión.
Abrimos libros, cajitas de música, un vino,
Abrimos la imaginación."
domingo, 6 de junio de 2010
Bajo el sol
No es ésta una época de grandes palabras. Apenas de gestos pequeños lo es.
Quisiera llenar este espacio con frases que expliquen este tránsito. Pero el silencio lo colma todo y en la vigilia, el miedo y la ansiedad me hacen compañía.
No es en lo oscuro que me encuentro. Sólo bajo el sol estoy. Encandilada por su brillo, adormecia por su calor, aguardo.
Y junto a mí está todo: los colores, las texturas, los zumbidos agitados de los insectos laboriosos que hacen aún más quieta esta estadía.
El viento brizna, suave, calmo. Por su serenidad no alcanza a mover las nubes que se arremolinan caprichosas.
Y así bajo el sol cálido del otoño, defino mi intención y aguardo a que la voluntad para ponerla en acto me invada.
Ya sucederá. ¡He hallado las palabras!
Quisiera llenar este espacio con frases que expliquen este tránsito. Pero el silencio lo colma todo y en la vigilia, el miedo y la ansiedad me hacen compañía.
No es en lo oscuro que me encuentro. Sólo bajo el sol estoy. Encandilada por su brillo, adormecia por su calor, aguardo.
Y junto a mí está todo: los colores, las texturas, los zumbidos agitados de los insectos laboriosos que hacen aún más quieta esta estadía.
El viento brizna, suave, calmo. Por su serenidad no alcanza a mover las nubes que se arremolinan caprichosas.
Y así bajo el sol cálido del otoño, defino mi intención y aguardo a que la voluntad para ponerla en acto me invada.
Ya sucederá. ¡He hallado las palabras!
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