viernes, 14 de junio de 2013

Antología femenina

Hoy es un punto inicial en el que me dispongo a sanar a mis mujeres heridas. Lastimadas, ensangrentadas, desprovistas de su alma que las sigue a muchos kilómetros. Mujeres que caen de escaleras, que deambulan por playas desiertas en harapos, que se alejan de la mano compasiva pero que, una vez tocadas, lloran y agradecen.

A mis mujeres, les digo: aquí estoy para ustedes, a vuestro servicio, con amor, con dedicación haré mi mayor esfuerzo por restaurarlas a su naturaleza original; flores turgentes, vientres fecundos, aromas frescos y profundos, pelos al viento y ojos al cielo.

Mujeres, daré mi vida para que sanemos juntas, para que vivamos lo que se nos ha privado. Anhelo ser testigo de vernos habitando nuestros cuerpos con autoridad, con estirpe de mujeres íntegras, donándolo a nuestros hijos, a nuestros amantes para que se regocijen en su abundancia, para que encuentren su refugio, su su calor allí. 

Mujeres no me abandonen, no pierdan su fe en mí. Yo no las abandonaré. He llegado hasta aquí para iniciar esta tarea de centurias y de morir, lo haré intentando y, al hacerlo, dejaré el legado para las que nos suceden. Con profundo amor entregaré mi antorcha a las que vienen llegando, las almas ligeras y sabias que nos acompañaron siempre y a las que nos fundiremos aquel día.

Versión personal de Salomé, de Franz von Stuck